Asparagus Pastorianus
Fuerteventura Limpia ha publicado en los últimos meses datos acerca de los cargos públicos electos de Podemos en la isla majorera que cuestionan directamente a los nuevos abanderados de la moralidad política, a la antiélite del «cambio», presentándolos como personas normales y corrientes que tienen historias tan poco edificantes como pueden ser las de la gente común, dejando en evidencia que no son precisamente dechados de virtudes y probablemente carecen de autoridad moral para dar lecciones a los partidos, militantes y ciudadanos convencionales, sentenciados y fusilados por la ametralladora verbal de Pablo Iglesias. A fin de cuentas, reflexionan los blogueros majoreros, estos tipos hacen lo mismo que se habían comprometido a cambiar, lo cual es una ofensa a la buena fe de quienes les votaron. Esto es, en pocas palabras, lo que viene a afirmar, con datos, Fuerteventura Limpia sobre Podemos en la isla majorera.
En su última reflexión, el blog crítico expresa, para absoluta satisfacción de miles que pensamos lo mismo, un hecho incontrovertible: las caras visibles de Podemos en Fuerteventura, que han sido aupadas a cargos representativos para gestionar por soberanía delegada los intereses públicos, son una partida de godos. Quiero emplear bien el lenguaje apropiado para que a nadie le quepa duda. Es evidente que un grupete reducido y cerrado de godos a los que no conoce ni El Tato, han resultado elegidos en las candidaturas de Podemos en Fuerteventura y han entrado a ostentar puestos de responsabilidad pública institucional en la oposición en el Parlamento, el Cabildo y los Ayuntamientos de la isla. Es un caso que se parece bastante a lo ocurrido en Lanzarote, pero de todas formas yo diría que es único en las islas y en la historia del régimen del 78 en el archipiélago. Y digo más: si Fuerteventura Limpia lo ha puesto de manifiesto, probablemente no ha sido por ensañamiento, ni mucho menos por xenofobia, válgame dios, sino porque lo que ha pasado se parece, lisa y llanamente, a un escándalo.
La palabra godo no es canaria, no es un término independentista ni nacionalista canario. El origen y significado de godo es de patente gallega, surgió en Galicia para referirse a los funcionarios de origen mesetario desplazados a las provincias celtas e investidos de una soberbia locuacidad y oprobioso autoritarismo por el Estado centralizado, que venían dándose aires como si fueran más listos que nadie, a ocupar los puestos públicos por la cara en calidad de enterados y aprovechados. Es interesante destacarlo porque los primeros que empezaron a llamar godos a los peninsulares en Canarias fueron otros peninsulares, de origen gallego, que venían a trabajar y ganarse el pan con humildad y esfuerzo, estaban de paso, aunque a veces se quedaban para siempre, eran gente agradecida por la generosidad isleña, de la que se sentían muy cercanos e intentaban corresponder compartiendo la misma equidistancia, sin aspiraciones de pretender gobernar a los canarios en sus asuntos públicos nada más llegar.
Los gallegos fueron los primeros que aquí llamaron godo a un peninsular. Se asomaron a un barranco y gritaron: «Godoooo», y el eco les devolvió «Godomierdaaaa». Pero en Canarias no los llamábamos así. León y Castillo se refería, poco antes de la I Guerra Mundial al
«sentido despótico, el desapoderado concepto de superioridad en el carácter peninsular, que trasplantado, y sobre todo, pasado por agua, deja siempre al descubierto el sedimento de los viejos conquistadores […] la opresión espiritual del elemento peninsular sobre nuestra vida social y nuestras costumbres, y cómo las corruptelas tradicionales se hacían sentir en nuestra Administración pública, procurando excluir de toda función burocrática que pudiese parecer fiscalizadora a los hijos del país».
El significado de este sentimiento no tiene, por lo tanto, como la palabra godo, un origen nacionalista ni independentista, ni xenófobo: es una experiencia vívida que el canario conoce bien desde hace siglos por haber nacido en estas posesiones de ultramar. León y Castillo, el mayor cacique de la época, simplemente intentaba empatizar al final de su vida con una impresión generalizada en la sociedad isleña.
Aquí a estos inmigrantes peninsulares muertos de hambre, que ávidamente se colocaban a la primera en puestos de responsabilidad y empezaban a pavonearse en los círculos sociales sin pasar antes por el confesionario —hombre, por favor— los canarios los llamábamos «sietemesinos» o «los de 50 kilos», porque no conocían el gofio ni estaban enrazados con isleños. El sietemesino, como su propio peso indica, ni es tajorase, ni puipano, ni bardino. Tampoco puede ser ardilla, lo que es de lamentar, pues va a resultar que Julio Bonis o Martín Paredes son irrepetibles e inimitables, y que el Jet-Foil y La Legión han aportado más a la naturalización y aclimatación del muerto de hambre peninsular, que un partido tan de lo last rien ne va plus como Podemos. En las islas, en Fuerteventura, la inmensa mayoría de los peninsulares no son godos, sino «gallegos» como los llaman en Cuba, aquellos que nos enseñaron el nombrete que inventaron en Galicia para los mismos quinquis. Un amigo mío me los diferenciaba diciendo: «Están los godos, que son malos, y los goods, que son buenos, pero en inglés».
Ahora que me he quedado a gusto en descargo, después de leer cómo un portavoz de Podemos insultaba a los finos observadores de Fuerteventura Limpia llamándolos, por la cara, «nazionanistas» de una manera un tanto histérica, reveladora más bien de que los combativos blogueros han dado en el clavo y dejan en paños menores al grupo de oventeses, onubenses, burgaleses, murcianos, vascos, madrileños, granadinos y sevillanos que se bajaron del avión, cogieron un taxi en el aeropuerto, sacaron la mano por la ventanilla por Playa Blanca, agarraron al vuelo una bandera de Podemos al pasar por Las Rotondas, y llegaron justo a la hora de empezar el pleno para sentar sus reales posaderas como consejeros del Cabildo, sin pagar la carrera.
Ahora voy con lo que en realidad quiero dejar claro, por si no lo está.
La principal razón de ser de Podemos, según Pablo Iglesias, es la regeneración política, partiendo de su opuesto, que es la degradación política del régimen del 78. Pero ¿en qué polo debemos situar lo ocurrido en Fuerteventura con la organización y los resultados electorales de Podemos? Para los cargos públicos electos de la formación morada en la isla está bastante claro: ha sido un éxito de la regeneración política, impulsada por un descontento generalizado de la sociedad majorera con quienes han regido los destinos insulares en los últimos treinta y cinco años, y por un discurso de cambio radical capaz de conectar con esa amplia percepción de fin de ciclo a raíz de la profunda crisis económica, política e institucional. Es una lectura posible, pero la realidad de qué está pasando con Podemos admite otra conclusión.
Sede de Podemos La Oliva. |
Es fácil de entender que el que hayan acabado disputando la representación institucional en Fuerteventura unos completos desconocidos, recién llegados a la isla, sin raíces en ella, sin conocimiento de la sociedad insular, de su idiosincrasia y problemas, por el mero hecho de auparse como linces a una marca gestada en una cadena de televisión, es un hecho histórico que no casa con ningún proceso regeneracionista real, protagonizado por la sociedad majorera, sino que es otra expresión de la degeneración política y la severidad de la crisis sistémica en la que nos encontramos.
Podemos en Fuerteventura ha obtenido un resultado que se corresponde con una voluntad de castigo y ejemplarización, de venganza en el Corregidor por la injusticia gubernamental y la indolencia del poder ante desgracias y sufrimientos que claman al cielo. Es expresión así mismo del cansancio generalizado ante los mismos rostros de la política insular que se han eternizado en la función pública. La gente está harta de ver siempre a los mismos y quiere que se vayan de una vez por todas, aunque no es tan fácil. A esa ola de cambio se ha sumado con éxito Podemos.
Pero como marca electoral en la isla ha sido un fraude, ha estado comandada por unos personajes que no han tenido los escrúpulos, la vergüenza ni la decencia de quedarse en segundo plano, como corresponde a unos recién llegados en casa ajena, fuera aquí o en cualquiera de las capitales de provincia de las que han venido, sino que han ido al copo en las listas y en las instituciones, guiados por la llamada de una gran oportunidad de negocio político. La gran marca publicitaria y la bandera del cambio y la regeneración fueron rápidamente lanzadas en Fuerteventura, a manos de un grupo de desaprensivos a los que no les ha votado la gente por ser quienes son, que no se habrían comido un rosco siendo ellos mismos el rostro de las candidaturas, y no Pablo Iglesias y Podemos, los de la tele.
Esto es, en resumidas cuentas, lo que ha pasado, una expresión de la misma degradación política y democrática que Podemos denunciaba en la televisión, pero aquí llamada no a cambiar las cosas, sino a contribuir más al desapego de la gente que, habiendo votado el cambio como la prioridad, eligieron casi sin darse cuenta a unos atrevidos, unos listillos desconocidos venidos de no se sabe dónde, y les dieron un cargo institucional que ni lo merecen, ni en sueños se imaginaron la suerte de disfrutarlo. Ha sido coser y cantar.
Porque una representación democrática digna de tal nombre ha de ser siempre bidireccional: el representante debe ser, a la vez, representativo de la sociedad que le otorga la representación. Si no lo es, el aspirante debería abstenerse éticamente, por esos principios, por esa moralidad pública que se pregona, de ostentar esa posición en la sociedad, pues aunque ocupe el cargo, en realidad nunca podrá representarla. Y esto no tiene nada que ver con el nacionalismo, el independentismo, o la xenofobia: esto es el ABC de la democracia que, en Fuerteventura, Podemos ha defraudado al no atenerse a algo tan evidente como que un representante, para serlo, debe pertenecer a la comunidad que pretende representar, sea por nacimiento o por una dilatada convivencia, pues de lo contrario no es representativo y eso es algo que no se puede improvisar.
Si los viejos representantes no representan y los nuevos no son representativos, ayúdenme a llorar en este valle de lágrimas. En las próximas Elecciones Generales vamos a ver cuánta gente se ha dado cuenta de esto. No soy muy optimista. Que siga la fiesta.
(*) Asparagus Pastorianus es colaborador de Fuerteventura Limpia,
seudónimo tomado de la flora nativa canaria también conocida como esparraguera espinablanca.
MÁS INFORMACIÓN: http://fuerteventuralimpia.blogspot.com
Muy bueno.
ResponderEliminarDe verdad me avergüenzo de haber vivido aquí
EliminarLa pena es que el odio se ve en el colegio y institutos.Se llama complejo de inferioridad.
EliminarGeorge Glas decía: "Las grandes familias de estas islas se sentirían altamente ofendidas si alguien les dijera que son descendientes de los moros, o incluso de los antiguos habitantes de estas islas; sin embargo, imagino que no sería cosa difícil probar que la mayor parte de sus amables costumbres les han sido transmitidas por aquellas gentes, y que no han heredado del lado gótico sino la barbarie. No obstante, la gente bien educada, y todos los españoles, se sienten orgullosos de descender de los godos”.
ResponderEliminarEn América el término godo se utiliza tanto para denominar una ideología conservador que antes y durante el proceso independentista servía para denominar a los realistas (los partidarios de la monarquía española). De ahí su posterior derivación a "persona conservadora o reaccionaria":
"Vargas Llosa se cree que se nace de izquierdas o derechas, como se hace hombre o mujer. No sé si mi caso lo demuestra, pues aunque mi papá es godo de nacimiento, el abuelo que me crió era un liberal de los grandes, de los que andaban tirando tiros con Uribe Uribe, y fue precisamente a él a quien le oí decir que el godo nace y el liberal se hace." García Márquez, 1975.
El argentino Fernando A. Iglesias decía: "Un frío día de mi lejana infancia, asistía yo a una clase matinal de historia argentina en la cual me eran enseñadas las patrióticas gestas de los criollos contra los godos, los odiados españoles, los enemigos de nuestra nación.
Volvía a casa cuando alcancé a vislumbrar la inusitada dimensión del problema: aquel ser adorable que me esperaba con el almuerzo preparado era uno de los invasores. Entonces comprendí con estupor, que en el tiempo en el que habían ocurrido los hechos narrados, toda mi familia (mis cuatro abuelos y mi madre son españoles) se hallaba del otro lado de la imaginaria barricada.
De alguna extraña manera yo era el enemigo."
Más cosas americanas (Colombia y Venezuela): http://planetaenpeligro.blogspot.fr/2013/06/la-godarria-pervertida-ladrona-y-asesina.html
Eso de que vino con los gallegos es la primera vez que leo algo así en la vida. Me parece discutible cuando menos.